La cocción de los alimentos en la evolución del ser humano.

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La cocción de los alimentos tuvo una influencia enorme en la evolución humana ya que nos permitió ocupar el lugar más alto en la cadena evolutiva. El Homo erectus antes de dominar el fuego era más bien recolector y carroñero. Por lo tanto, su alimentación era básicamente cruda, lo que significaba una inversión energética considerable a la hora de masticar y digerir los alimentos. Con el “descubrimiento” del fuego, o mejor dicho, cuando el hombre aprendió a utilizar el fuego pudo cocer sus alimentos. Lo cual le abrió un mundo de posibilidades alimentarias, es decir, la variedad de alimentos que podía consumir aumentó lo que le dio mayor flexibilidad y posibilidades de supervivencia, también pudo comenzar a almacenar la comida y, como la comida era más suave invirtió menos tiempo en masticar y en digerir los alimentos. Esto último no solo propició un aumento en los años de vida debido a que los mayores podían obtener más energía sino que también podían consumir y masticar más fácilmente los alimentos.

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Mientras menos energía se invertía en todo el proceso digestivo más energía podía ser empleada de otras maneras. El organismo empleo dicha energía en el crecimiento cerebral pues con el cambio de alimentación el mayor beneficiario fue el sistema nervioso. El crecimiento cerebral permitió mayor funcionalidad en este órgano y sus actividades incrementaron, como la memoria a largo plazo y la solución de problemas. También se diversificaron sus actividades sociales, como el posterior desarrollo del lenguaje y la creación de herramientas más novedosas para la caza.

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Las pinturas rupestres son la prueba fehaciente de un cambio cerebral pues ya el hombre podía proyectar y comunicar de forma abstracta su forma de percibir la realidad y un poco 

más, pues también hay representaciones de sus antepasados.

Por tanto, podemos decir que la cocción de los alimentos es la pieza clave en la evolución humana que nos permitió desarrollar nuestra capacidad mental.